jueves, 1 de septiembre de 2011

Museo de Plantas Sagradas, mágicas y medicinales provenientes de La Sierra y La Selva en Perú









Por: Fernando González-Olaechea
 julio del 2011


Alejandro dice que quieren exponer la diversidad de plantas y los conocimientos ancestrales sobre sus usos. Es una especie de preámbulo al paseo por el Museo de Plantas Sagradas, Mágicas y Medicinales que inauguró hace tres días.
Camina por la primera de nueve salas del museo. Se muestran los conceptos de salud y enfermedad, que son distintos a cómo se entienden en Occidente. La segunda sala está dedicada a la hoja de coca y su tradición en el mundo andino. Alejandro camina y explica que la coca cumple una serie de funciones en los Andes, como el de ser elemento de trueque para campesinos. Mientras avanza pasa junto a un diagrama con 32 tipos distintos de hojas para la adivinación.

Un cuadro menciona a Freud y las polémicas que desató al recetar cocaína para algunos tratamientos. Otro, el vino de coca llamado Mariani que algún Papa saludó. A un metro se explica en un muro cómo surge la Coca-Cola, como alternativa al vino de coca que se hacía en Atlanta luego de la prohibición del alcohol.
Se menciona finalmente el problema de la cocaína. Esta parte del recorrido termina con cinco ejemplos de pagos a la tierra.

Fue en 1998 que Alejandro Camino, antropólogo de profesión, esbozó la primera idea de lo que trece años después sería este recinto. Visitó el museo del arroz en Filipinas, el del maíz en México, el del tabaco en Cuba y el del chocolate en Suiza. Pero mientras más tiempo pasaba y la búsqueda de socios y capital se enredaba, la idea se diluía.
Un museo de la coca era lo que tenía en mente. Luego se enteró de que ya existía uno en el barrio de San Blas en Cusco. Luego encontró la casa donde el viernes abrió el museo. Decidió, junto con los socios que consiguió, expandir el concepto a plantas de la sierra y selva.


EL OBJETIVO DEL MUSEO
Lo que él quiere es generar conciencia e informar a la gente sobre un tema que encuentra sustancial. No solo por la posibilidad de comprender contextos socioculturales distintos y reivindicar conocimientos ancestrales, sino por los beneficios médicos que se pueden obtener de estas plantas y el riesgo que supone olvidarlas.

"El árbol de la quina, que fue clave para combatir la malaria, se está extinguiendo. Lo tenemos en nuestra bandera, pero la mitad de sus variedades han desaparecido", comenta con cierto fastidio.
Luego vienen otras salas. Una está dedicada al tabaco, otra al ayahuasca, al San Pedro, a la willka (cuya semilla se muele y se aspira en ciertas comunidades de la selva). Hacia el final del recorrido dos salas muestran las plantas medicinales de la selva y la sierra. La última se trata de la biopiratería.

Sabe que el tema de su museo es polémico. Que puede herir susceptibilidades o generar malas interpretaciones. No le preocupa mucho eso. “Yo no promuevo el uso ni vendo estas plantas, lo que quiero es informar sobre ellas”, dice.
Alejandro no ha perdido sus maneras de catedrático. Como despedida dice que cada planta que es medicinal tiene también algo de mágica.



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